“O seguimos imaginando y proyectando en ellas todo tipo de cosas sobre los mundos interiores y la comunicación de las ballenas y otras especies, o hacemos el esfuerzo de averiguar lo que hay realmente. Esto es de vital importancia porque la capacidad del lenguaje es uno de los últimos bastiones absolutos de la singularidad humana, una de las pocas proezas de las que creemos que sólo los humanos son capaces. […] Las ballenas son el eje de nuestro ecosistema. […] [and]nuestra singularidad humana ya nos ha costado cara”. Tom Mustill, Cómo hablar ballena: Un viaje al futuro de la comunicación animal.
En septiembre de 2015, Tom Mustill y su amiga Charlotte experimentaron algo extraordinario mientras navegaban en kayak por la bahía californiana de Monterrey, uno de los lugares más populares para el avistamiento de ballenas.
Cuando ambos daban la vuelta para regresar a la orilla, una gran ballena jorobada apareció de repente justo a su lado y se estrelló contra su kayak, una escena que fue filmada y fotografiada por varias personas y que aún hoy puede encontrarse en Internet.
La “principal sospechosa”, como la bautizó más tarde Mustill, o CRC-12564 en el sitio web del Proyecto Happywhale de Ted Cheeseman, no les alcanzó por poco pero rozó el kayak al caer, atrapando a Mustill y a su amigo bajo el agua.
Milagrosamente, ambos sobrevivieron sin lesiones físicas importantes. Una profesora amiga de Mustill, Joy Reidenberg, supuso más tarde que la ballena se había desviado de su trayectoria de salto original, quizá para evitar golpear directamente a la pareja.
No obstante, aquel día fue un acontecimiento que cambió la vida de Mustill y uno de los principales motivos de su libro Cómo hablar ballena: Un viaje al futuro de la comunicación animal.
“Prime Suspect” tal como aparece en el sitio web del Proyecto Happywhale. Crédito de la foto: Kate Spencer Crédito de la foto: Kate Spencer
En el libro, Mustill nos lleva a través de años de adquisición de conocimientos sobre ballenas y delfines desde el incidente de 2015, conociendo a leyendas de la investigación como el Dr. Roger Payne (y muchas, muchas, muchas más personas increíbles), que fue uno de los primeros en investigar las canciones ballenas jorobadas y ponerlas a disposición del público en la década de 1970.
Su campaña para proteger y conservar a las ballenas jorobadas a través de sus extraordinarios cantos desencadenó movimientos conservacionistas en todo el mundo y presionó a los gobiernos, incluido el de Estados Unidos, que aprobó la Ley de Protección de Mamíferos Marinos en 1972.
Los cantos de las ballenas también pasaron a formar parte del contenido de las naves espaciales Voyager de 1971, diseñadas, entre otras cosas, para llevar mensajes o expresiones de vida desde la Tierra al espacio.
Payne y su colega Scott McVay analizaron los cantos de las ballenas jorobadas y llegaron a la conclusión de que no se trataba de notas sueltas, sino que ciertas secuencias de notas se repetían, formando temas enteros.
Además del Dr. Payne, Mustill también entrevistó a Joy Reidenberg, a quien se unió en la disección de ballenas varadas y, junto con su colega Patrick Hof, analiza los cerebros de los cetáceos en el Hospital Monte Sinaí para extraer conclusiones, al menos parciales, sobre sus capacidades cognitivas.
En este contexto, Mustill también aborda las dificultades del debate sobre la “inteligencia cognitiva” y, por tanto, también sobre el “lenguaje”. Informa sobre las investigaciones de la Dra. Diana Reiss con delfines y su capacidad para formar “ruidos combinados” a partir de diferentes silbidos cuando quieren más de un juguete (en el ejemplo, anillo y pelota, es decir, anillo-pelota), o sobre su autopercepción en el experimento del espejo (“Mark or Mirror Self Recognition (MSR) Test”).
Mustill también habla de la controvertida investigación del Dr. John Lilly y de la consiguiente cautela de los científicos actuales a la hora de sacar conclusiones precipitadas, por ejemplo, sobre las capacidades lingüísticas. Sin embargo, deja claro que es probable que la comunicación entre especies humanas se haya producido de vez en cuando, y que estos hechos no sólo se han transmitido de generación en generación.
A medida que avanza el libro, queda claro lo complicada que es la relación entre los humanos y los nuevos conocimientos sobre las capacidades de otras criaturas de este planeta, así como la complejidad resultante debido a nuestra propia singularidad percibida.
Por último, Mustill nos acerca a las últimas investigaciones en biología (por ejemplo, la localización de aves raras por sus vocalizaciones en el Observatorio de Escucha de Ecosistemas Hawaianos (LOHE), posible gracias a programas informáticos basados en IA). Señala los proyectos actuales y de gran envergadura, entre ellos el Proyecto Especies de la Tierra, pero también el Proyecto CETI.
Ambos pretenden utilizar los últimos avances tecnológicos en modelos lingüísticos de IA a gran escala para descifrar los sistemas de comunicación de las distintas especies de la Tierra.
Mientras que el Earth Species Project de Silicon Valley, dirigido por Aza Raskin (también fundadora del Center for Humane Technology) y Britt Selvitelle (antiguo miembro del equipo fundador de Twitter), se centra en múltiples especies, el proyecto académico CETI (en el que participan Google Research, Twitter, Microsoft y las universidades de Berkeley, Haifa, Harvard, Oxford, Imperial College London y MIT) pretende descifrar por completo las comunicaciones de los cachalotes en la costa de Dominica, en el Caribe.
Mustill concluye resumiendo los resultados de su búsqueda del “lenguaje” de las ballenas, los retos de los últimos trabajos científicos y deseando permanecer abierto a los descubrimientos que surjan en este campo a medio plazo. También desea para su hija Stella que preservemos las ballenas y los delfines de nuestro planeta para que un día ella también pueda verlos en el horizonte.
Sólo puedo hacerme eco de Rebecca Coffey en su reseña sobre el libro: “Es […] una película de naturaleza de primera clase llevada al papel”.
¿Y por qué es tan importante este libro para nosotros, el equipo de WeWhale? Sencillamente. Queremos hacer todo lo posible para proteger y preservar nuestras ballenas y delfines. Por eso ofrecemos viajes silenciosos, sin emisiones y respetuosos para ver a los cetáceos y concienciar sobre su existencia y la necesidad de protegerlos.
Al igual que Tom Mustill, nos apasionan estas increíbles e inteligentes criaturas de nuestros océanos y las rutas que emprenden cada año para ser observadas. Por ello, la investigación en este campo es esencial.
En el futuro, podemos imaginarnos apoyando proyectos de investigación como el ESP o el Proyecto CETI con nuestro alcance cada vez mayor. Nuestras silenciosas embarcaciones nos permiten realizar grabaciones sonoras en nuestros viajes, que podemos poner a disposición para su análisis.